El
reconocimiento práctico de Dios impulsa a la entrega a los
demás.-
Lo primero que podemos preguntarnos es ¿qué es el
reconocimiento práctico de Dios?. Muchos creyentes ven a Dios
solamente como un Ente lejano de nuestras vidas cotidianas,
que decide sobre el destino del universo y de las personas y
que nos juzga al pasar a la otra vida para salvarnos o
condenarnos; es un Dios con el que tenemos que llevarnos
bien por la cuenta que nos trae. Sin embargo, ya desde el
Antiguo Testamento, se nos deja ver que Dios quiere obras de
amor con nuestros semejantes más que sacrificios inútiles.
Con la venida de Jesucristo se nos muestra más claramente
este reconocimiento práctico de Dios, reconocimiento
práctico que hasta el refranero nos apunta: “obras son
amores y no buenas razones”, y en esto es donde Jesús
insiste constantemente: “No todos los que dicen Señor, Señor
entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen
la voluntad de mi Padre celestial”, “amaos los unos a los
otros como Yo os he amado”… Jesús se refiere al amor que se
demuestra en la entrega, en el compartir.
Cuando incorporamos a nuestra vida al Dios
cercano del que nos habla Jesús, el Dios del amor, de la
justicia y de la paz, y lo hacemos formar parte de todas las
actividades de nuestra vida, desde las más importantes hasta
las más cotidianas, entonces hemos asumido el reconocimiento
práctico de Dios que constantemente nos motiva para actuar
en consecuencia; el Espíritu de Dios actuará a través de
nosotros, viendo nosotros las cosas con los mismos ojos con
que las ve Jesús. Así, no podemos quedar impasibles ante la
injusticia, ante la guerra, ante la indigencia, ante el
dolor, ante todo lo que hace sufrir a los más próximos y al
resto de la humanidad.
Personalmente, pienso que hay un sentimiento de
culpa que siempre me atormenta, porque no me doy
suficientemente, porque no comparto suficientemente. Es mi
conciencia que siempre me interpela y me lleva a ese
reconocimiento práctico de ese Dios al que rezo a menudo.
El navegante.